Supongamos que vamos caminando por la calle un día y encontramos una lámpara que nos gusta y decidimos comprarla. La lámpara se ve bien, ilumina bien, se la ve fuerte y durable, por lo que uno podría pensar tranquilamente que es una muy buena lámpara en general.
Nos vamos a nuestra casa y nos damos cuenta del error, el gran error que cometimos al comprar esta lámpara, porque por mucho que nos guste nuestra amada y nueva lámpara, notamos que no hay ningún lugar adecuado para colocarla. Y no me refiero con adecuado en el sentido de "¿Donde quedaría mejor?", si no un adecuado con respecto a su función: Iluminar.
Puede ser que en una esquina la lámpara sea un gran objeto decorativo, pero si se vuelve un objeto "meramente decorativo" y no funcional, entonces habremos comprado una lámpara que no es una lámpara, si no que es simplemente una emulación de una lámpara, puesto que no realizará la función por la que fue concebida en un principio: Iluminar.
Puede parecer algo muy banal el ejemplo de nuestra lámpara, pero en el fondo, esconde el pensamiento de que es importante equilibrar la decoración de un ambiente, con la funcionalidad del mismo. Puesto que podemos tener un hermoso ambiente decorado y ordenado a nuestro gusto, pero si no es un lugar funcional, al que podamos darle un buen uso, entonces habremos desperdiciado tiempo y dinero trabajando sobre un ambiente al cual solo lo usaremos a modo de "pintura".
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